Amsterdam
La semana pasada tuve la oportunidad de hacer un viaje maravilloso a Holanda que representó para mi muchas cosas, la primera de todas fue encontrarme con una persona muy especial con la que comparto mucho, y en cierta forma tener un poco de lo que es mi casa cerca a mi...

Amsterdam me saludó el lunes en la tarde con sus molinos de viento, sus canales, sus tanques y botes, tulipanes y dos olores particulares en el ambiente: el olor a papas fritas y a marihuana... Una ciudad que me pareció llamativa, interesante, fresca, encantadora, llena de historia, un poco extraña, increíble... Una ciudad que conoce lo que tiene y trabaja con ello.
Me siento demasiado afortunada de poder haber hecho este viaje de trabajo, fue muy rico en experiencias y una bendición poder aprovecharlo... Me encantó sentirme cansada, conocer la ciudad del modo que la conocí, ya que no es el turismo normal si no de verdad meterse en sus calles y conocer su esencia.
Me despedí el domingo con un pensamiento en la cabeza... Este viaje, fuera de inspirarme demasiado, actualizarme, hacerme amar más que nunca mi trabajo y alentarme a seguir trabajando con el corazón, me sirvió para confirmar una vez más que estos meses de mi vida están concentrados en encontrar equilibrios... Esta vez en Amsterdam fue literal al montar en bicicleta, pero también encontrar es encontrar ese equilibrio interno... Las dos cosas requieren un trabajo arduo, que en realidad es simplemente dejar ir cosas, relajarse y disfrutar... Y que también, al final, los dos equilibrios requieren mucha paciencia y práctica.
Dejo algunas fotos de la preciosa Amsterdam que me robó el corazón:

Amsterdam me saludó el lunes en la tarde con sus molinos de viento, sus canales, sus tanques y botes, tulipanes y dos olores particulares en el ambiente: el olor a papas fritas y a marihuana... Una ciudad que me pareció llamativa, interesante, fresca, encantadora, llena de historia, un poco extraña, increíble... Una ciudad que conoce lo que tiene y trabaja con ello.
La ciudad de las bicicletas representó en su segundo día un reto para mi, una flacuchentica que no montaba muy bien bicicleta y que aprendió más bien vieja a montar (a mis 20 años, guiada por un abuelito italiano que me tenía por detrás) sorteó las calles de Amsterdam en dos ruedas entre diversión, un poco de frustración y mucha satisfacción de afrontar retos y sustos que uno mismo se crea.
Vi lugares muy inspiradores y modernos, edificios históricos y llenos de historia como la Casa museo de Ana Frank, almacenes brutales con miles de cosas hermosas, casas con arquitectura extraña, MUCHO DENIM! respirado por todos los lados con eventos y giros por toda la ciudad buscando todo lo más innovador y bacano, un momento para llenarse de ideas y de proyectos...
Me despedí el domingo con un pensamiento en la cabeza... Este viaje, fuera de inspirarme demasiado, actualizarme, hacerme amar más que nunca mi trabajo y alentarme a seguir trabajando con el corazón, me sirvió para confirmar una vez más que estos meses de mi vida están concentrados en encontrar equilibrios... Esta vez en Amsterdam fue literal al montar en bicicleta, pero también encontrar es encontrar ese equilibrio interno... Las dos cosas requieren un trabajo arduo, que en realidad es simplemente dejar ir cosas, relajarse y disfrutar... Y que también, al final, los dos equilibrios requieren mucha paciencia y práctica.
Dejo algunas fotos de la preciosa Amsterdam que me robó el corazón:
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